La decadencia de Twitter: de la información al show

la decadencia de twitter

La decadencia de Twitter: de la información al show

La decadencia de Twitter
¿Está Twitter herido de muerte?

2010: un Long Tail de conocimiento

Siempre he sido un gran defensor de Twitter. Fue la segunda red a la que me incorporé, después de Facebook, en Enero de 2010.

En aquel momento yo intentaba salir a flote en medio de un gran maremoto profesional y Twitter se convirtió en tres cosas diferentes, cada cual más útil para mí en aquel momento:

  • Un libro abierto. En Twitter comencé a interesarme sobre nuevas formas de abordar el mundo de la comunicación de marca. Accediendo al pensamiento de profesionales de otros países (sobre todo Estados Unidos y Reino Unido). Cualquiera con una cuenta y (subrayo) un conocimiento especializado sobre un campo o temática podía compartir su visión singular con los demás. En Twitter podías encontrar, a poco que lo buscases, un amplio Long Tail de conocimientos tan específicos como quisieras.
  • Un gran foro de networking donde podías conocer a personas interesantes, relacionadas con tu ámbito profesional (y a veces personal).
  • Una pasarela para hacer mi trabajo más visible. Twitter (junto con este blog, por supuesto) me ayudó a incorporarme a la docencia. A publicar mis dos primeros libros. A recibir ofertas como speaker, de España y Latinoamérica (Chile, Argentina, México, Colombia, Honduras…).

Esto es todo lo que Twitter ha hecho por mí en los últimos ocho años. Que han sido fascinantes. Estoy profundamente agradecido por todo lo que he vivido.

2019: la era del Tuit-Star

Sin embargo observo que las cosas han cambiado.

El pasado domingo una gota colmó el vaso: lo vi con total claridad. Os resumo la historia: hace unos meses descubrí a uno de esos tuiteros que, armados de paciencia y con tiempo libre para documentarse, nos regalan hilos los domingos por la tarde. Al principio el sujeto en cuestión (omito su nombre por respeto) escribía sobre deportes. He de decir que le leía a veces: me parecía que sus hilos aportaban anécdotas desconocidas y eran entretenidos.

A medida que su número de seguidores iba aumentando, nuestro tuitero se iba viniendo arriba. Se iba atreviendo a publicar sus disertaciones (crecientemente populares, como digo) sobre cualquier cosa… Aventurándose a pontificar sin sonrojo alguno. Hace unas semanas su interés derivó en el branding y (por supuesto…) la publicidad.

Y no me extraña…

Como solíamos decir en «la Leo», las opiniones son como los culos: todo el mundo tiene el suyo. Y como la publicidad no es física termonuclear, cualquiera que tenga un anuncio en sus manos, sistemáticamente se siente llamado a opinar sobre él.

Aunque no tenga ni la más remota idea de lo que está hablando.


No me entendáis mal, no tengo vocación de censor. Es obvio que cada uno tiene derecho a publicar en su perfil lo que le dé la gana. Solo veo un límite: el del respeto a los demás.Y entiendo que al respeto se puede faltar de dos formas:

  • Ofendiendo: cuando difamas o insultas, que es otra de las modas imperantes en Twitter. Haced la prueba: postead una opinión a favor de Uber o Cabify y en unas horas recibiréis una variada colección de lindezas.
  • Confundiendo: propagando banalidades, subjetividades y naderías. Disfrazándolas de micro-fascículos rigurosos para consumo rápido.

Aclaro: no veo nada malo en tuitear para entretener. Twitter lleva tiempo sufriendo una importante fuga de seguidores. Y el nivel de interacción de sus usuarios ha colapsado. Hoy día, el verdadero motor de la red, su locomotora, son esas contadas cuentas que sí crecen, y que pertenecen a especialistas en ocurrencias. Se trata de ser ácidos, incisivos o brillantes en relación a asuntos de actualidad. No hay otro propósito: el tema es lo de menos…

Y, como digo, eso está bien.

Lo que ya me parece más cuestionable es que alguien, ungido por el dudoso mérito de haber amasado 25.000 seguidores o más, se arrogue la facultad de sentar cátedra sobre temas para los que no está cualificado. Entre su audiencia habrá personas a las que les importa un pimiento el tema en cuestión. Pero a buen seguro, habrá otras que (como todos en tantísimas esferas de la vida) estamos aprendiendo y tal vez necesitamos referentes claros y rigurosos. En lugar de caos.

Que toda esa gente reciba un mini-curso de publicidad en forma de hilo errático y subjetivo, lleno de contradicciones y banalidades, solo puede denominarse fraude. Tomadura de pelo.

Permitidme que aderece mi argumento con un ejemplo. Este chico es El Cejas, propietario de un canal de notable éxito en YouTube (cerca de 600.000 seguidores). Aquí su vídeo más popular (17 millones de reproducciones):

Podríamos debatir sobre su contribución a la cultura popular, su fina lírica («que le meto», «te meto un marmitako en to los piños que te tumbo» o «a ver tú, mazapán»...) o su estilismo.

Eso es lo de menos, opino que por su trabajo en YouTube el Cejas se merece todo nuestro respeto. No puede ser de otro modo: su fórmula le funciona (17 millones de reproducciones en un solo vídeo cuando en mi agencia ZOND trabajamos 10 personas y nunca hemos alcanzado ese listón con un solo contenido). Ni nosotros ni nadie que trabaje el branded content en este país.

El solito ha creado un producto de entretenimiento de notable éxito. El problema, como en el caso de nuestro tuitero de los domingos, es cuando se viene arriba y se presenta al programa de TV Got Talent para hacer esto:

el cejas got talent

Cuando pretende ocupar el espacio de un artista musical, el Cejas se da de bruces con su falta de talento para ello. A nivel de audiencia funciona (su masa de followers contribuyen a otorgarle el minuto de oro del programa), pero su actuación nos recuerda que no pertenece a ese hábitat…

Quien sale a un escenario para ponerse delante de un micrófono, ¿no debería demostrar cualidades que quienes le escuchan desde el patio de butacas no atesoran?

Quien escribe un hilo supuestamente cualificado sobre medicina, zoología, ingeniería o, ¡sí!, publicidad, ¿no debería demostrar un conocimiento que quienes le leen no atesoran?

O te dedicas a ser un showman o en una referencia en un tema concreto. Es imposible ser una referencia en mil temas concretos.

Twitter se descompone al mismo ritmo que crece esta nueva estirpe de influencers cuyo mérito no es aportar criterio sino amasar seguidores. Para luego alimentarles con reflexiones de digestión rápida sobre cualquier asunto.

¿A dónde ha huido el talento de Twitter?

He investigado un poco hasta encontrar distintas hipótesis.

Los hay que piensan que el talento se ha fugado a Instagram, porque esta red responde mejor a los gustos del segmento dominante en la red (los Millenials): es más espontáneo, intuitivo y visual. Requiere menos preparación, no es necesario contar algo inteligible, no hay que preocuparse por la sintaxis ni por la ortografía…

Por su parte, los hay que culpan al éxodo de adolescentes desde el difunto Tuenti de haber arrasado Twitter como las olas de un tsunami. Cercenando todas aquellas conversaciones que no tengan que ver con fútbol, política, TV o, más recientemente, series.

Y hay quien opina que Twiter simplemente se ha hecho mayor. Y que como apunta brillantemente este artículo que enumera hasta 7 motivos para la evidente decadencia de Twitter:

Twitter «ha pasado por tres sencillas etapas: seriedad, humor, estupidez.»

Seguramente soy yo el que me he hecho mayor.

Y me refugio tras el parapeto de este blog, igual que un toro busca las tablas.

Me encantará leer vuestra opinión sobre Twitter y mi reflexión de hoy. Saludos a todos.

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