La profesión no más antigua pero sí más difícil.

Neuromarketing

La profesión no más antigua pero sí más difícil.

Neuromarketing

Aunque jamás lo confesará en público, mi padre siempre quiso que yo estudiase Ingeniería Industrial en la escuela por delante de la cual pasé hace unos días en Gijón.

No me extraña: apuesto a que en cualquier encuesta, un ingeniero industrial saldría bastante bien parado en términos de prestigio social. Un título de ingeniería se supone que es el culmen de la ciencia al servicio de la producción. La carrera que da acceso al complejo mundo de la manufactura a gran escala.

Pero después de suspender matemáticas varias veces en el colegio a pesar de lo empollón que era, decidí que las Ciencias superaban mi nivel de incompetencia y que encontraría bastante más placer estudiando CC. de la Información.

Al final, no estudié Ingeniería ni tampoco Periodismo. Por azar terminé en esto del marketing.

Y la verdad, después de unos añitos de carrera opino que en términos de complejidad la de Marketing es la silla más incómoda sobre la que puede sentarse un directivo en una empresa.

La producción se estructura alrededor de variables técnicas, que pueden ser planificadas y previstas. Las leyes de la física, la química y la estadística permiten calcular hasta el grado de error que obligará a desechar el 0,05% de los yogures por errores de llenado…  El control de calidad, perfeccionado primero por los científicos americanos y más tarde por los japoneses, ha dejado de ser un sistema reactivo de detección del error hasta convertirse en un sistema total de prevención orientado a minimizar los desechos y equivocaciones.

Planificable, predecible… y (para mí) aburrido.

El marketing por contra trabaja con el fin de generar preferencia en la mente de los consumidores.

Espantosa palabra. Sustituyámosla por “personas”: seres imperfectos, imprevisibles, vulnerables, variables…

Pues bien, si el éxito del marketing equivale a conquistar la mente de la personas, y las personas somos seres imprevisibles, es que el marketing también lo es.

Imprevisible y (subrayo nuevamente, para mí) apasionante porque:

– Nunca se deja de aprender porque las personas siempre van por delante de las marcas que gestionamos.

– Es imposible ejercer un control absoluto sobre las personas. El tiempo se ha encargado de demostrarlo y esta nueva Internet más transparente y democráctica nos lo recuerda cada día.

– Es imposible eliminar el riesgo en las decisiones de Marketing. Como mucho podemos reducirlo a base de reunir información de primera y tamizarla con nuestra expriencia.

– No siempre gana el más grande, el más alto, el más fuerte, sino el más diferente y relevante. E.d. conforme a lo que la profesión entendía durante el pasado siglo, si tu producto es una escoria, invertir diez millones de euros en publicidad no va a hacer que ningún cliente se enamore de él.

En fin, el que no se consuela con su profesión es porque no quiere.

Saludos irreverentes.

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