No emprendas sin leer esto: una empresa NO es una forma de «autoempleo»

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No emprendas sin leer esto: una empresa NO es una forma de «autoempleo»

¿Una forma de autoempleo?

El dato de paro de Enero ha sido poco alentador. Las lecturas que unos y otros hacen del dato: las de siempre. Botella medio llena o medio vacía.

La realidad, que no escapa a nadie, es que el desempleo es un mal endémico en nuestro país. Está pegado a nuestra piel como un sarpullido crónico y ni nuestra genética (aversión cultural al mérito y al esfuerzo), ni las medicinas disponibles (sector secundario poco competitivo, formación profesional incapaz de reciclar a los trabajadores menos cualificados) parecen ofrecernos mucha esperanza.

En este contexto, algunos expertos y casi todos los políticos (que, como es bien sabido, suelen carece de la más mínima experiencia empresarial) ensalzan las formas de autoempleo como tabla de salvación. No cito a ninguno y así no me posiciono ni a favor ni en contra de nadie…

Irresponsablemente, no parecen caer en la cuenta de que iniciar una actividad por cuenta propia es una aventura que no todo el mundo puede permitirse. Porque implica:

  • disponer de un capital, o lo que es más peligroso, endeudarse,
  • tener un cierto talento para atraer clientes,
  • tener un cierto talento para rodearse de un buen grupo de proveedores y colaboradores.

Cualidades las tres que son terra incognita para la mayor parte de los profesionales por cuenta ajena.

El mito del emprendedor

Hace unos años cayó en mis manos un libro muy revelador. Escrito por un hombre ya mayor, con décadas de experiencia como consultor de PYMES. Sí, PYMES: ahí donde se cuece a fuego lento el signo de nuestra economía. Se trata de «El mito del emprendedor», de Michael E. Gerber.

Formas de autoempleo: el mito del emprendedor, de Michael E Gerber

Gerber explica que los emprendedores noveles inician su actividad exultantes de energía y buenos propósitos.  Espoleados su propio sueño y por el aplauso de sus allegados.

En muchos casos, sus planteamientos de partida son correctos. A menudo emprenden actividades cuyos fundamentos técnicos conocen (se han dedicado a ello durante años). En suma, parece que atesoran todas las cualidades necesarias para llevar sus barcos a buen puerto.

Sin embargo, y sigo citando a Gerber, suelen tropezar en la misma piedra…

En cuanto su actividad arranca, se olvidan de ejercer como emprendedores para convertirse en técnicos: panaderos, mecánicos, fotógrafos, camareros… Deciden centrarse en sus respectivas disciplinas, pensando que realizar un trabajo técnico a destajo es todo lo que necesitan para triunfar. 

Emprender y hacer un trabajo técnico son cosas muy distintas

Ser un gran panadero, un gran mecánico o el mejor fotógrafo es loable y por supuesto permite al emprendedor dominar las tripas de su negocio.  Pero no deberíamos tomar esta experiencia técnica como el principal activo del negocio (el pilar en el que sustentarlo). 

Emprender con el objetivo de fabricarnos un trabajo por cuenta propia cuando los trabajos por cuenta ajena escasean puede ser una trampa mortífera.  Porque una empresa es algo muy distinto a un lugar donde trabajar.

El trabajo por cuenta ajena te permite intercambiar una aptitud técnica por un salario.  Si trabajas duro y quien supervisa tu trabajo así lo percibe, te irá bien. Consecuencia: sobrevivirás mucho tiempo en ese trabajo y te harás acreedor de subidas salariales y promociones. 

Un emprendedor no puede disfrutar del mismo escenario: porque un emprendedor no intercambia horas por salario. Por eso emprender no puede equipararse a una forma de conseguir un empleo sin más.

Puedes consumirte trabajando diez, doce, quince horas o más al día y ningún supervisor arreglará tu cuenta de resultados cuando aparezcan los números rojos. 

La estrategia de trabajar duro, que sirve para conseguir un sobresaliente como empleado del mes, puede que no te alcance ni para un aprobado como empresario.

Las 3 claves de supervivencia para el emprendedor (son de perogrullo, sí…)

El motivo es que cuando eres empresario, tu supervivencia depende de una serie de factores que ni tus padres, ni tus maestros en la Escuela conocían el día que te recomendaron trabajar duro para conseguir tus propósitos en la vida. Estos factores son:

  1. Saber comprar.
  2. Saber gestionar equipos.
  3. Saber vender.

Solo así se puede generar un valor añadido al final de la cadena que justifique la preferencia de tus clientes frente a las decenas de competidores que pululan cerca.

Un trabajador técnico puede obtener inmejorables resultados en su puesto sin necesidad de dominar ninguno de estos ámbitos.  Pero un empresario no:

  • Un fotógrafo que trabaja por cuenta ajena no necesita comprar eficientemente, sino hacer fotografías espectaculares.  Pero el dueño de un estudio de fotografía sí lo necesita.  Si compra de los proveedores erróneos o bien paga precios demasiado altos por sus materias primas, estará poniendo en riesgo su rentabilidad.
  • Un panadero no necesita saber cómo gestionar equipos. Sino cómo combinar los ingredientes para conseguir un pan delicioso.  El dueño de una panadería sí debe ocuparse de la gestión de sus equipos para conseguir que todos los empleados se impliquen en la calidad del producto así como en prestar un excelente servicio a los clientes.
  • Un mecánico no necesita preocuparse por vender. Sino esmerarse en reparar eficazmente los vehículos que pasan por sus manos.  El propietario de un taller mecánico sí debe, por la cuenta que le trae, esforzarse en vender más y mejor.  Tendrá que salir a buscar clientes puertas a fuera (publicitarse, en definitiva) así como esforzarse por fidelizar a los clientes con los que ya cuenta.

Un técnico puede vivir con la certeza de que trabajar duro será suficiente para alcanzar sus objetivos profesionales. Un empresario no.

Mi experiencia personal

Si tuviese que señalar el principal aprendizaje que he adquirido durante mis doce años como empresario, sin duda sería esta simple pero crucial diferencia entre el trabajo del técnico y del empresario.

En la confusión entre estos dos perfiles estriba una gran parte de los fracasos de pequeñas empresas que he vivido a mi alrededor.  Incluida mi primera empresa (cuya historia puedes leer en mi libro Game Over: los 13 errore que me llevaron a cerrar mi empresa.

Game over: los 12 errores que me llevaron a cerrar mi empresa

Si no lo encontráis (estoy a punto de reeditarlo; la editorial con quien lo lancé no fue la más adecuada…), aquí cuento mi historia:

Yo también me refugié en las tareas técnicas de aquella primera empresa (llegué a tener tres restaurantes de comida «fast & natural»), porque me proporcionaban una especie de falsa redención. Si trabajaba como un burro, me sentía mejor, y pensaba que aquello no podía ir mal.

Error.

Si no te centras en comprar, vender y gestionar equipos, en esencia te estás olvidando de velar por la salud de tu cuenta de resultados.

Y eso es un suicidio.

Así, tu sueño como emprendedor, tu sueño de encontrar una forma de autoempleo, se termina transformando en una pesadilla.

Yo sufrí en mis propias carnes una desoladora quiebra económica. Me quedé en la ruina. Tuve que despedir a 25 personas. Y me diagnosticaron una enfermedad crónica de la que afortunadamente me he repuesto.

Si he conseguido transmitir a uno solo de los lectores de este blog que esté contemplando emprender como forma de autoempleo, que las cosas no siempre son como las pintan en los mítines políticos, doy el artículo por bien empleado.

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