Aguantar la presión
Leo una entrevista en prensa a Richard Driehaus, un destacado financiero y filántropo estadounidense (sufraga el premio de arquitectura mejor dotado del mundo). Sobre su recorrido y personal y profesional y sus claves del éxito. Ejemplo de hombre hecho a sí mismo: orígenes humildes, mirada a largo plazo y trabajo.

Me llama la atención una de sus afirmaciones, destacada en el artículo. Se refiere a las victorias y a las derrotas en el mundo empresarial. El desconocimiento nos lleva a pensar que los empresarios de cierto éxito siempre disfrutan el viento de cara.
No es así.
“He perdido y he ganado. A veces he perdido tanto como lo que cuesta un avión. Pero perder o ganar depende de cuánto tiempo puedes aguantar la presión”
(Richard Driehaus)
Lo que sí tienen, según Driehaus, es la capacidad para aguantar el viento cuando, inevitablemente se pone en contra.
Ganar una guerra con solo 12 soldados
Estos días leo también una interesante biografía sobre Fidel Castro, obra del historiador francés Sebastian Balfour. Su libro explora la inusitada capacidad de resistencia y liderazgo de un joven licenciado en derecho, seducido por la obra de José Martí y la ilusión de una Cuba más independiente del vecino norteamericano. Castro sobrevivió a múltiples batallas y atentados. Incluso a una condena de quince años de cárcel, consecuencia de una primera insurrección fallida (vivió entre rejas solamente año y medio).
En 1956 se alzó de nuevo en armas acompañado por tan solo ¡once hombres! (dos de ellos bien conocidos: su hermano Raúl Castro y el argentino Ernesto “Che” Guevara). Sobrevivió en condiciones infrahumanas en la Sierra Maestra hasta que atrajo la colaboración de más y más campesinos a su causa y la guerra contra Batista se decantó de su lado.

La principal conclusión del libro es que en su educación con los jesuitas se encuentra la clave de su ascenso al poder, y la duración de su mandato. Así, según la propia descripción de Castro:
“…aprendió el valor de la autodisciplina, la iniciativa, la tenacidad y la dignidad personal, que son el distintivo de la educación jesuita”
(S. Balfour, biografía de Fidel Castro”)
*Nota: en vista de lo politizado que está Internet y para evitar que este inocuo post sobre prioridades personales y profesionales se le indigeste a alguien, advierto que no glorifico a quien tiranizó Cuba durante casi 60 años. Hace pocos meses viajé a La Habana; estuve 7 días, pero me habrían bastado 24 horas para entender el estado calamitoso de la isla y su maravilloso pueblo. No soy historiador, pero un viajero sincero tarda muy poco en constatar cómo la ilusión de la revolución ha terminado derivando en la más profunda miseria. Y en este artículo, tan solo intento extraer aprendizajes del personaje.
La voluntad: el ingrediente que no se vende en las farmacias
Mi padre, marino mercante de profesión, me ha dado buenos consejos desde un pragmatismo muy de mi tierra, muy gallego. Pocos consejos pero contundentes, y este es uno de los que siempre tengo más presentes.
“Si la voluntad se comprase en las farmacias, todos llegaríamos muy lejos”.
(José Regueira, Jefe de máquinas retirado de la Marina Mercante)
Pero no, la voluntad (y todos los sinónimos que le agreguemos: resiliencia, determinación, tesón, ganas, etc) no se puede adquirir. Y en mi opinión es muy difícil desarrollarla si no forma parte de tu ADN desde casi la cuna.
En resumen, si abordamos las claves del éxito, lo que nos distingue de otros en el plano profesional no es la aptitud (con P) sino la actitud (con C).
La aptitud solo implica conocimiento (un título universitario colgado en una pared es una irrelevancia que solo nos hace iguales a muchos otros miles de personas).
La actitud es aquello que te hace mantenerte a flote mientras los demás se hunden. Y la gran mayoría tiende a hundirse cuando vienen mal dadas.
Saludos a todos.