Ni se te ocurra recargar las pilas en vacaciones

Cangas

Ni se te ocurra recargar las pilas en vacaciones

Por qué pienso que eso de recargar las pilas es lo último que me interesa hacer en vacaciones.

Cangas

Estoy pasando unos días en Asturias, entre vacas, playa y lluvia y me encuentro algunos buenos amigos de cuando vivía por aquí siendo un crío.  Les oigo decir aquello de que están recargando las pilas en vacaciones

Cosa que yo también solía decir hace unos años.  Antes de pasar por una larga enfermedad para la que la medicina no ofrece hoy día más tratamiento que recomendarte escuchar a tu propio cuerpo y bajar el listón del estrés.

Me pregunto de dónde viene esa obsesión por maximizar nuestro nivel de energía cuando en realidad nos conviene justo lo contrario.  Varios ejemplos para intentar explicarme:

  • Recordarás aquello que nos contaron en Física de que la energía no se crea ni se destruye sino que se transforma.  La energía simplemente fluye.  Pretender acumularla dentro de ti es una tontería.
  • La filosofía zen, que es el tronco del pensamiento oriental, sostiene que el principal obstáculo al equilibrio y la salud física es nuestra obsesión con el pasado y el futuro y nuestra incapacidad para hacernos conscientes en el presente.   Caminamos por el mundo con la carga de la preocupación permanente e inútil por aquello que simplemente “ya ha sido” o bien “todavía no ha sido”.  E.d. no me interesa cargar más energía sino aligerar, simpificar y limpiar todo aquello que me agobia.
  • La filosofía oriental más colindante con la medicina tradicional: el reiki, explica que enfermamos porque nuestro cuerpo se bloquea e impide que la energía fluya de forma natural por nuestro organismo.
  • Lo sé, suena esotérico.  Pero es que la esencia de la religión cristiana que, nos guste o no, contiene muchos de los valores de nuestra sociedad, dice exactamente lo mismo.  ¿Recuerdas aquello que quizá te contaron en el cole de que los lirios del campo jamás se preocupan por el mañana porque dios les provee? 
  • Finalmente, si necesitas una demostración palpable de lo que supone vivir sin esa carga, mira a cualquier niño: tu hijo, tu sobrino…  Puedes tener un conflicto con él/ella, puedes reñirle…  Pero a los diez minutos volverá a ti como si nada hubiera pasado.  Simplemente porque no es esclavo ni del pasado (rencor/preocupación por lo sucedido) ni del futuro (la perspectiva de seguir a tu lado tras lo sucedido).

Esta idea de simplificar en lugar de sobrecargarnos, tan sencilla que parece pueril, es tremendamente difícil de llevar a la práctica. 

Porque la vida urbana, arraigada a saco en nosotros, nos lleva en la dirección opuesta:  correr, autoexigirnos, exprimir nuestro tiempo, tolerar a diario sanguijuelas que nos roban el tiempo y el humor…

Supongo que la historia te suena familiar.

No encuentro otro modo de acercarme a esta idea que tenerla presente estos días en los que disfruto de más tiempo libre:

  • No recargues las pilas, descárgalas.  Lo que nos desquicia es el exceso de energía, no su falta.
  • La mente es el peor enemigo del cuerpo:  por eso los animales no sufren depresiones como las nuestras.  Dile a tu mente que se calle unos días, respira, y escucha tu cuerpo.

Mientras tanto intentaré hacerlo yo también.

 

P.S. Este artículo, que quizá te haya sorprendido, contiene el germen de mi tercer libro, que empezaré a escribir en la primavera del próximo año. Antes tengo otros proyectos en marcha. Y me temo que no tengo energía para todo ;)

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