No tengas miedo a cagarla: es saludable

Paralisis by analysis

No tengas miedo a cagarla: es saludable

Sobre la importancia de la toma de decisión continua (tanto si trabajas por cuenta ajena como propia). Evita el «paralysis by analysis».

Evita el "Paralysis by analysis"

Esta es una expresión que se utilizaba mucho en una empresa en la que trabajé.  El Director General era un escocés terriblemente pragmático del que aprendí mucho.  Acudía a las reuniones sin apenas papeles, escuchaba lo que teníamos que contarle los demás, valoraba los pros y los contras y… simplemente salía de la reunión habiendo decidido con nosotros los pasos a seguir, los timings y responsabilidades.

Qué sencillo, diréis.

Pues no: tomar decisiones es la parte más difícil de cualquier trabajo. 

Tomar una decisión, convertir la planificación en acción nos da miedo porque:

  • Un pequeño error en un proyecto nos puede hacer perder puntos con el jefe…
  • Un fallo en una decisión estratégica puede beneficiar a nuestra competencia…
  • Lanzar el producto equivocado puede hacerme perder mi sillón.  ¿Y quién pagaría mi hipoteca?

Paralisis by analysis

Por eso en lugar de tomar decisiones nos refugiamos en el análisis.  Y escribimos informes interminables con paciencia de amanuense, nos entretenemos manoseando excels de 200 filas y power points de 200 hojas y nos flagelamos con ellos en reuniones improductivas y vacías.  Todas estas actividades nos encantan.  Son el juguete perfecto porque no entrañan riesgo.

Otro jefe que tuve decía que todo trabajo era un 50% de investigación/planificación y un 50% de acción.  Yo hablaría de un 20/80. 

Hace ya 7 años dejé el mundo de las multinacionales precisamente porque no quería pasar mi vida trabajando en business plans de Excel y Power point.  Business plans de mentira. 

Cagarla es bueno

Como explico en el préambulo de mi libro "Game Over", los principales culpalbes de esta cultura de la inacción son la escuela, en muchos casos la familia y sobre todo las Universidades y Escuelas de Negocio.  Porque nos han inculcado desde la cuna (yo diría que nos han programado como si fuésemos software) que nuestra vida debía centrarse en la consecución del éxito a toda costa.  Y que el éxito debía necesariamente implicar tres cosas: dinero, poder y reconocimiento.

Lo tenemos tan grabado a fuego en las neuronas que no nos atrevemos a decidir, porque no nos atrevemos a equivocarnos.  Por si equivocarnos nos separa un sólo centímetro del éxito.  Vivimos lastrados por la crisis, de acuerdo que el momento no es bueno, pero sobre todo atenazados por la preocupación y el estrés.  Es imposible rendir como ejecutivo o como empresario si no actúas, si no dejas de toquetear tus Excel para tomar pequeñas decisiones todos los días.

Si aciertas, es la mejor gratificación que puedes tener.

Si te equivocas, es el mejor aprendizaje que puedes conseguir.  ¿Cómo piensas que nuestros tatarabuelos cavernícolas aprendieron a distinguir en las setas venenosas y las no venenosas?  ¿Y a distinguir qué terreno era el más apropiado para plantar semillas?

Equivocándose.  El error, muy por encima del acierto, explica el avance de la especie humana.

Lo digo por experiencia

Hace ya 3 años, cerré en medio de un gran estrépito una empresa de hostelería en la que había trabajado como un negro desde el 2005.  Me dolió un huevo, creo que todos conocéis bien la historia a estas alturas, incluso estuve enfermo un tiempo.  Pero también me sirvió para darme cuenta de que NO PASA NADA.

Os estoy hablando de un error muy gordo: una equivocación empresarial que se lleva al fondo del mar tus ahorros, tu energía y los cuatros años de trabajo más intensos de tu vida.  Pero NO PASA NADA, porque lo mejor es el día después:  cuando te levantas más despierto, si no conocedor de por qué te ha ido mal, al menos sí consciente de las medidas clave que debes tomar para que no vuelva a sucederte.

Los libros de emprendimiento habitualmente concluyen que la ilusión y la ambición son el ingrediente clave de un empresario.  Yo pienso justo lo contrario.  La ilusión y la ambición automáticamente conciben un horizonte a largo plazo. 

Lo verdaderamente importante no es ese objetivo sino el camino que tienes que recorrer para alcanzarlo: esas pequeñas decisiones del día a día son tu quehacer, tu más valioso aprendizaje y tu verdadero regalo.  Créeme: no te interesa hacer más Excels que los justos.  Ponte a decidir ya.

Si te interesa conocer más sobre esta visión positivista del error y del fracaso:



 

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